jueves, 29 de septiembre de 2016

Dietas milagro, ¿son realmente buenas?



Es alarmante cómo aumenta en todo el mundo la prevalencia de sobrepeso y obesidad. En España, las previsiones para los próximos 15 años, según la Agencia española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN), no dejan de ser preocupantes, con un 21% de mujeres y un 36% de hombres obesos y una tasa de sobrepeso que alcanzará el 70%. 

La obesidad constituye un grave problema de salud pública por las enfermedades o comorbilidades que llevan asociadas, como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares, incluso ciertos cánceres. Sin embargo, para muchas personas la principal preocupación no es por salud. Los cánones de belleza actuales y el culto desproporcionado a la imagen corporal hacen del exceso de peso un problema estético. Son muchos los que intentan perder esos kilos de más recurriendo a alguna de las dietas milagrosas que suelen estar de moda.

Las dietas milagro carecen de aval científico, prometiendo pérdidas de peso inmediatas sin esfuerzos, llegando a utilizar imágenes de personajes famosos como reclamo publicitario. La mayoría de estas dietas “funcionan” pues al restringir la ingesta energética inducen pérdida de peso. Pero la mayoría de ese peso perdido es agua y la reducción de grasa corporal se acompaña muchas veces de pérdidas de masa muscular. Estas dietas promueven una alimentación desequilibrada al excluir o reducir la ingesta de algunos alimentos o grupos de alimentos, pudiendo comprometer a nuestra salud por no aportar los suficientes nutrientes esenciales.

Existen muchas dietas milagro, la Dukan o la Atkins, son dietas cetogénicas, reducen la ingesta de hidratos de carbono y aumentan las proteínas, ocultando de esta manera estados de ayuno. Como consecuencia disminuyen los niveles de insulina en sangre y estimulan la degradación de las grasas y la producción de cuerpos cetónicos  que se acumulan en la sangre. El aumento de proteínas puede ocasionar además sobrecarga renal y hepática. Otras dietas como la de Haas o la del Dr. Prittikin, que promueven el consumo de hidratos de carbono limitando las proteínas y las grasas, pudiendo causar deficiencias de ácidos grasos esenciales, vitaminas liposolubles y proteínas, el elevado contenido en fibra de estas dietas puede limitar la absorción de ciertos minerales y provocar trastornos gastrointestinales. Otras dietas suprimen comidas o promueven ayunos, restringiendo de manera extrema la ingesta calórica.

Para la mayoría de personas, la eficacia de estas dietas es sólo temporal, siendo muy complicado mantener la pérdida de peso obtenida. El retorno a la dieta habitual supone ganar peso  con mayor facilidad y rapidez, incluso por encima del que se tenía antes, es el llamado efecto “rebote”.



Las adaptaciones fisiológicas incluyen cambios hormonales con alteraciones de los niveles y de la sensibilidad a hormonas relacionadas con el apetito y el equilibrio energético. El tejido adiposo es un reservorio de energía a largo plazo. Cuando se gana peso, se pierde y se vuelve a ganar, los adipocitos sufren cambios que afectan al organismo completo y dificultan el mantenimiento del peso corporal. No podemos olvidar que el organismo está preparado para ahorrar calorías en situaciones de carencia y si continuamente se ve sometido a emergencias energéticas (por dietas hipocalóricas), estos mecanismos adaptativos se refuerzan para prevenir futuras carencias calóricas.

La mejor dieta será aquella que la persona pueda incorporar a su vida cotidiana y que le permita alcanzar y mantener un peso saludable. La recomendación es que la pérdida de peso sea moderada pero mantenida, que reduzca grasa corporal preservando la masa magra, y que corrija los errores alimentarios. En definitiva se trata de adoptar un estilo de vida saludable, que incluya una dieta variada y equilibrada y la práctica diaria de actividad física adaptada a cada persona. Porque aunque parezca paradójico, la ingesta de calorías actual de los españoles es menor que la de décadas atrás y, sin embargo, no conseguimos mantener el balance energético. Es por ello que combatir el sedentarismo se está convirtiendo en una de las principales bazas con las que prevenir y tratar el sobrepeso y la obesidad.  




 

1 comentario:

  1. mantener un peso saludable. La recomendación es que la pérdida de peso sea moderada pero mantenida, que reduzca grasa corporal preservando la masa magra, y que corrija los errores alimentarios. En definitiva se trata de adoptar un estilo de vida saludable, que incluya una dieta variada y equilibrada y la práctica diaria de a la-voz.net/organizacion-economica-en-el-imperio-inca/

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